Como bien sabemos, cada vez hay más personas que se animan a instalar una vitrocerámica en casa, ya que es la mejor forma de ahorrar y es muy fácil de limpiar. Pero suele pasar que a veces nos descuidamos y se crean manchas un poco difíciles de quitar. A continuación, te voy a explicar un método infalible para limpiar tu vitrocerámica de la manera más fácil y rápida, sin gastar mucho dinero.
Para esto, solo necesitarás un poco de bicarbonato de sodio, lavavajillas, y una esponja. El bicarbonato de sodio es un producto de bajo coste que ayuda a quitar la grasa más incrustada y tiene miles de usos en la limpieza. Los materiales son de fácil acceso y puedes adquirirlos en cualquier supermercado a un precio muy bajo. Antes de nada, es muy importante que la placa este fría y apagada, a fin de evitar accidentes. Aunque no se traten de productos agresivos para la piel, se recomienda usar guantes por seguridad.
Aplica lavavajillas en la superficie
Como primer paso, hay que esparcir una buena cantidad de lavavajillas con una esponja de manera uniforme por toda la superficie de la vitrocerámica, haciendo hincapié en las partes donde haya más grasa. De esta manera preparamos la superficie para el siguiente paso.
Añade bicarbonato de sodio
El segundo paso, sería aplicar el bicarbonato de sodio encima del lavavajillas que hemos puesto anteriormente, observarás que comienza a hacer una reacción química y se convierte en espuma, eso es que lo estas haciendo a la perfección. Deja actuar la mezcla durante unos minutos y retira suavemente los productos restantes con la esponja haciendo movimientos circulares. Incide en las partes donde haya más grasa incrustada, y no te preocupes, que el bicarbonato no raya las superficies, ya que limpia y desincrusta sin dañar la vitrocerámica.
Humedece la esponja
Como último paso, para dejarla reluciente, moja la esponja con un poco de agua y repasa por toda la vitrocerámica para eliminar todos los residuos que hayan podido quedar del lavavajillas y el bicarbonato de sodio.
Seca la vitrocerámica
Con un poco de papel de cocina o bayeta de microfibra, limpia cuidadosamente la vitrocerámica para dejarla con un aspecto brillante. Los cambios los notarás enseguida. Sin esfuerzos ni complicaciones vuelves a tener una vitrocerámica como nueva.
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